Isabel. Historias de vida y otros recuerdos by Martínez

Isabel. Historias de vida y otros recuerdos by Martínez

autor:Martínez
La lengua: spa
Format: epub
editor: ITESO / La Zonámbula
publicado: 2018-09-25T00:00:00+00:00


4 / El carro del padrino

Miguel no acababa de adaptarse a su antigua vida. No quería regresar al trabajo. Se sentía sin ánimo, alegaba que estaba enfermo, se enojaba fácilmente y amenazaba con agredir a sus hermanos, quienes lo veían con extrañeza, sobre todo los más pequeños. Pasaba días encerrado en su cuarto, hasta que don Pedro le exigió que reaccionara y lo obligó a regresar a su trabajo. Eso le hizo bien, pero seguía aislado consigo mismo. Ya no acudía a la reunión con los amigos por la noche.

Un día no volvió a su casa después del trabajo, estuvo perdido por un par de días. Apareció sucio, con muestras claras de haber bebido en exceso y con un tufo extraño en sus ropas. A ratos volvía a ser el de antes, se mostraba cordial, saludaba y volvía a la reunión nocturna con los amigos. Aunque no le gustaba que le preguntaran sobre su vida en el cuartel.

Una noche salió de su casa, se veía distraído, con la mirada perdida, como si estuviera drogado. Después de una hora regresó manejando un carro. Él no tenía uno, lo estacionó enfrente de la casa y se metió a dormir. Al día siguiente, le preguntó su padre qué hacía ese carro ahí afuera. Él contestó simplemente:

—Se lo robé a mi padrino Carlos.

Don Pedro, confundido, no supo qué hacer, veía a su hijo como si nada hubiera sucedido, sentía la necesidad de reparar el daño, pero sin que su hijo perdiera su integridad ante los demás. Se fue directamente a ver al padrino, quien vivía a la vuelta de la esquina. Cuando llegó, Carlos ya había notado la ausencia del carro que había dejado estacionado afuera de su casa. En ese tiempo, con frecuencia no cerraban con llave los coches, incluso los dejaban con los cristales bajados. Don Pedro, avergonzado, que no se atrevía a empezar ningún discurso, fue a ver a su compadre y le pidió que le vendiera el carro. Sorprendido y sin entender de pronto de qué estaba hablando, Carlos llegó a un arreglo y todo quedó en paz.

Miguel siguió llevando una vida cada vez más extraña. Se perdía por semanas. Era ya obvio que se drogada y fumaba mariguana, cuyo tufo no podía ocultar, ya que se quedaba impregnado en la ropa que no se cambiaba en semanas. Lo despidieron del trabajo y buscaba hacer cualquier cosa, como cargar las cajas de fruta en el mercado o hacer alguna talacha en un taller mecánico, había muchos en la zona. Todo lo que ganaba se lo bebía o cuando conseguía mariguana no se dejaba ver. Idas y venidas. Se volvió más irascible, hasta que un día que pretendió golpear a una de sus hermanas, don Pedro, con todo y pena, dijo que no volviera a la casa hasta que supiera respetar a sus hermanas. En mucho tiempo no se supo nada de él.



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